viernes, 28 de mayo de 2010

Genoma

Algo redondo y casi sin ojos se encabrita, gira y vuelve al reposo. El gato lo mira. En la sima de su memoria, un punto móvil late y se esfuma en una oscuridad de asechanzas. El extraño ser vuelve a animarse, entonces el gato salta y atraviesa un centenar de estratos de instinto. Su cuerpo tenso repite el arco, la parábola exacta con que la pantera cierra un eslabón cortando otro con el umbral de la muerte, y en el íntimo instante de consumación, sus colmillos, todavía de leche, se hunden en la pelusa inerte del ovillo de lana.

María Cristina Ramos