domingo, 21 de marzo de 2010

La Desaparición según Doña Eloísa

A la Lunita y su eterna somnolencia

La joven periodista se acomoda los visos rubios en el sucio espejo del salón de la casa de doña Eloísa, trata de no lagrimear ante el fuerte olor a alcanfor y humedad del lugar. Menea suavemente la cabeza confirmando que esas ventanas no deben haber sido abiertas en meses, recorre el salón acentuando cada paso sobre el piso de madera con sus finas botas italianas, mirando los oscuros óleos firmados por el difunto marido de doña Eloísa.

Doña Eloísa viene despacio, acompañada por la Lunita, su gata de pelo corto, de ninguna raza distintiva a simple vista, o sea, decididamente ordinaria. La vieja se sienta en su sillón junto a la ventana y la periodista acerca una silla que cruje y amenaza con desarmarse.
-Doña Eloísa ¿usted nunca oyó hablar de ese hombre, no sabía que era tan famoso? ¿Nunca lo había visto en la tele?

-Si había tipos raros, señorita periodista, uno de esos era Marcos. Él está, o estaba, ¡o está, mejor dicho! Bueno, usté sabe... desde hace dos años acá al lado, pero nunca pasamos del saludo respetuoso de vecinos. Y bueno, es que él era un hombre solitario, aplastado por la rutina, que compraba cosas raras... como ese ángel enmohecido que tiene en el patio, esa estatua con las alas rotas que se ve ahí ¿lo ve? No es que yo me fijara en su vida eh, pero usté sabe, la Lunita anda por ahí y me cuenta todo. Y ella, que sí podía ir para allá, me contaba que desde hace tiempo tenían una relación muy extraña esos dos... ¿me alcanza aquel vasito, mi querida? Voy a probar este armagnac que usté amablemente me trajo, mmm Millésimé, de los buenos eh...

La vieja se sirve armagnac en el vasito que le alcanza con desgano la periodista. La gata pone la pata sobre el vaso y se le humedece con un poco de armagnac que empieza a lamer. La periodista intenta disimular la sorpresa ante la escena y prosigue con su cuestionario.

-¿Y usted vio gente rara por aquí en los últimos cinco o seis días? ¿Alguna persona que pueda haber secuestrado al señor Illinostri Secco?
-La verdá que no m’hijita, bien ve usté que yo no me puedo mover demasiado con estas piernas, o sea que solo puedo mirar desde aquí, y bué, ahí lo veía a Marcos, conversando con la estatua esa. Igual yo me fío más de lo que me dice la Lunita que de lo que veo con estos ojos que ya casi no ven... Pero bueno, si quiere saberlo por mí, yo le cuento que todas las tardes, como a las seis, ahí estaba Marcos Illinostri Secco con su estatua del ángel roto, los dos haciéndose compañía con el tecito de por medio. Yo no sé... con la Luna no sabemos qué pensar, ¿no’cierto Lunita?
-Y usted, doña Eloísa ¿a qué, o a quién le atribuye la desaparición de Illinostri Secco?

-Ahhhh, no sé, yo no vi a nadie, no sé qué pudo haber sido de él... disculpe, señorita, pero muy bueno el armagnac eh, sírvame otro poquito por favor... Mire, le vamos a ser honestas ¿no’cierto, Lunita? a lo largo de dos años, si hablé tres veces con él, fue mucho, ¡y siempre la misma conversación con este Marcos! ¡Siempre hablando de ese ángel! ¡Tras que oigo poco, y el vecino hablando y hablando de la estatua esa! No si está loca la gente eh... ¿no’cierto Lunita? Oiga, señorita periodista, la Lunita dice que deberían ver qué dice la estatua que está en el patio, que ahí está la clave de la desaparición de este pobre hombre Marcos.

-Doña Eloísa, por favor: usted es la única persona que puede ayudar a la policía y al periodismo en este caso, necesitamos de su colaboración, trate de recordar ¿vió algo usted en los últimos cuatro o seis días, o sea antes de que desapareciera esta persona?
-A mí me parece que le pasó como a esa gente que termina siendo lo que no quería ser, a fuerza de no serlo no más, y de no ser otra cosa. Yo no sé si usted me entiende, mi querida, este Marcos no estaba muy bien que digamos... no era una persona normal como usté, como yo, como la Lunita... La gata siempre me venía con el chisme de que Marcos le decía continuamente a la estatua que había sido feliz sólo esa vez que había hecho de fantasma en “Vení que te asusto toda”, ¿usté no le vio la cara de felicidad cuando era invisible y asustaba a esas chicas gritonas que corrían desnudas en la pensión estudiantil?, o cuando hacía del marido muerto en la novela “Soy viuda y sigo amando”, ¿nunca vio usté la cara de alegría que ponía ese hombre cuando la viuda estaba con otro y él miraba todo sin ser visto?

-Bueno, doña Eloísa, la verdad que poco podemos hacer con estos datos tan escuetos que usted nos alcanza... ¿Habrá algo que usted recuerde y que nos esclarezca un poco la situación?
-Espere, espere, capaz que esto le puede ayudar un poco, pero no sé, ¡a ver Lunita, andá vos!, yo hoy no me puedo levantar, con estas piernas... ay, ay, ay...

La gata Lunita se levanta ante la sorpresa de la periodista y se va hasta una cajonera cercana, la periodista tiene un rictus de hartazgo y de desidia total por la situación, tan absurda. La gata maúlla y apoya las patas delanteras sobre el tercer cajón.
-Señorita periodista, abra el cajón que dice la Lunita, mire la fotografía que está en ese cajón... con confianza no más... esa fotografía la tomé yo, para terminar un rollo que compré cuando fuimos con el centro de jubilados a Bañadito Viejo, en San Luis... ¡Un calor... que usté no se imagina!. ¿y sabe por qué la saqué, señorita periodista? ¡Porque a un viejo tonto se le ocurrió empezar a cargarme a mí cuando yo contaba lo de la estatua que hablaba con el vecino! ¡El viejo pavo me decía que seguro que era uno de esos que trabajan de estatua en la peatonal y que este actor, Marcos, mi vecino, había contratado uno igual pa’que sea estatua en el patio d’el! ¡Pero yo estoy segura de que no! La estatua que yo veía, y la que está en la foto es la misma que está ahora ahí. Mire, de acá se ve: la estatua es estatua no más, ¡no hay que buscarle más cosas raras, pues!!! A ver, alcánceme aquella botellita verde, m’hijita, por favó...

En la foto están Marcos y la estatua del ángel conversando, sentados cómodamente alrededor de una mesita de jardín en el patio de la casa, la periodista no da crédito a lo que ven sus ojos. Mira al patio de Marcos y es la misma estatua del ángel de la foto.

-¿Ve, señorita periodista? ¿Ve que tendrían que tratar de sacarle al ángel el paradero del actor este? ¡No, si la Lunita tiene razón cuando dice que lo aprieten al ángel ese para que hable! Y eso que la foto es vieja eh... tendrá unos dos o tres meses. Yo la tomé antes de que el vendedor ambulante atorrante ese me robara la máquina de sacar fotos. Es como le digo, señorita periodista: para mí, que este terminó siendo lo que no quería ser, a fuerza de no serlo no más, como pasa siempre. Mire, ¡oiga lo que dice la Lunita! ¡Tiene razón esta gata!, ella dice que lo escuchó decir una y mil veces que estaba cansado de todo, de los papeles tontos que le daban en la tele, que Marcos más de una vez le dijo a la estatua que quería desaparecer no más, ser como él, de piedra, o sea, no sufrir más. Es como le digo, señorita periodista: este hombre quería desaparecer, ¡estaba harto! piense usté: ¿cuántas veces uno quiere desaparecer? ¿Dejar que el aburrimiento de esta vida lo entierre bien enterrado a uno de una vez?

La periodista suspira, como exhalando el último resto de paciencia que le quedaba para con doña Eloísa. Se levanta, apaga el grabador y lo guarda en su cartera mientras acomoda sus visos rubios para incorporarse a la calle nuevamente. Con una dureza bien disimulada por la cortesía de rigor le dice a la vieja:
-Bueno, doña Eloísa, muchas gracias por todo, pero poco puedo hacer con lo que me cuenta, igual gracias por su aporte.

La joven se dirige a la puerta sin poder evitar la vanidad mirándose, como al principio, en el sucio espejo de la sala de doña Eloísa. La vieja se queda concentrada leyendo la etiqueta del armagnac, sin prestar demasiada atención a los movimientos de la periodista. Sólo cuando ésta abre la puerta de salida la vieja le dice desde su sillón:
-Mire, señorita periodista, hágale caso a la Lunita, ¡esta gata tiene razón! yo que usté me acerco al Parque Meridional y me fijo en las estatuas nuevas que trajeron el otro día... mire que la del Explorador se parece bastante, bastante a Illinostri Secco...

Nadine Aleman

Olga y Tigresa Clarice de Sierra de la Ventana, Provincia de Buenos Aires


Olga


Tigresa Clarice

Estas dos bellezas tienen por humana a la poeta Natalia Molina

lunes, 8 de marzo de 2010

Gato

Todo nuevo en la mañana, sol, calle, asombro. Ando la luz entre paseantes y puestos de artesanos.
De a ratos encuentro rostros perdidos ¡Nora K! ¡Leda V! ¡Al F! Tal como fueron pasan. No me perciben. Forman parte del fulgor del día.
No sé si camino la plaza o transito un sueño.
¡Como sea!
Para ingresar esquivo turistas y guías bilingües. Venden y compran historia, lágrimas de mármol, mal gusto, soberbia y estética macabra de épocas más o menos remotas.
No está lejos la bóveda, en corto pasaje que da al muro de la calle Junín…Me detengo ante viejas puertas, cristales ominosos, anacrónicos nombres…
Siento detrás de mí el peso de intensa mirada.
Gato blanquinegro. Pelo abundante y melena. Altivo, expectante. Quiere saber qué estoy haciendo aquí. ¡Es asombroso!
Me produce una inquietud risueña que pronto se transforma en cautela. Lo advierto fuerte, decididoo sé cómo actuaría, pero intranquiliza.
Trato de espantarlo. No se inmuta.
¡Es sólo un gato! pienso, y con mi voz más firme lo nombro: ¡Gato!La palabra se pierde en el aire. Gato permanece impávido.
Otra vez no sé si estoy en este lugar, o en un sueño. Gato presiona. Ojos doradosealidad y sueño disputan. Pero dura segundos.
Como ir a ninguna parte y saber que ya se ha estado mucho allí llegar por primera vez a un lugar, conocido de antemano hasta en detalles.
Contradicción. Con mi traje añejo. Alma pueril. Memoria trágica. Acomodo rosas, sin saber porqué.
Advierto otros felinos. No me gusta la curiosidad ejercida desde estucos y artesonados.
Literalmente huyo.
Para mi ansiedad, ahora el portal está muy lejos.
Gato sale de averiguar qué he dejado en el sepulcro ¡Es increíble!
Quizá allí duerm. No puedo imaginar por qué desconfía de mí.
Detrás sus congéneres. Lo escoltan. Comprendo que es líder y ésta su propiedad. Tal vez escriba un cuento.
Afuera la plaza, árboles, iglesia del Pilar, mercaderes que queman inciensos. Vereda con espacios de hierba a ambos lados. Viento mágico entre magnolias, setos, envejecidos muros… algunos niños.
Esta visión reconforta. A pesar de Gato me siento bien. ¡Es tan perfecto ser!... No importa cómo: -Ser-
Debo cuidar esta sensación, lograr que perdure… ¡Tantas veces me siento colmada por esa especie de sazón amarga!
Somos nuestras circunstancias, las hayamos elegido, padecido o gozado. ¡Pensar! ¡Formar sentimientos!
¡Qué más da!
Pasa otra falsa muchacha de mi juventud ¡Es Zule K!
Mido tiempo y espacio. Me digo que he perdido la cifra de los años. Forzando olvidos entro en posesión de lo que ha sido y es mío. Esto me infunde una especie de vértigo. ¿Qué quiero hallar con tanto encuentro errado? ¿En qué recodo me he perdido?
Nostalgia. No sé porqué imagino la primera mañana del tiempo, tan luminosa como ésta.
Pienso en mi dios. Torpe, como los torpes dioses vestidos de telares, abalorios y ajorcas. Falso, como colosos de antiguos lenguajes rescatados.
¡Siempre el sueño!
A veces se alegra la existencia sin motivo. Otras, punzante angustia.
No hay instantes iguales.

Gato en el borde del paredón. No puede seguirme. No puede saber qué pienso.


Norma Spinelli

sábado, 6 de marzo de 2010

Así va quedando la familia gatuna

Y sí. Llega el momento en que los bebés consiguen un nuevo hogar.

Melusina ya duerme amontonada con Gandalf y Aragorn


Pero todavía le queda esta hermosa nena


que se mete en el plato de Frodo... entre otras partes


Kumari anda solitaria y muy malhumorada con los otros gatos. No se sabe por qué.


Negriño está muy intrigado por una ampliación de la casa y sube a las escaleras de obra para otear el mundo


Después baja como puede.


Gandalf tiene varios lugares alternativos



miércoles, 3 de marzo de 2010

Afrodita y la gata

Una gata, que se había enamorado de un hermoso joven, rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella y entonces el joven, atraído por su belleza, la invitó a su casa.
Estaban ambos descansando en la alcoba nupcial, cuando Afrodita quiso saber si al cambiar la joven el aspecto de gata, había mudado también su carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba.
La gata, olvidándose de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.

Moraleja: el cambio de aspecto de una persona, no la hace cambiarinteriormente.

Esopo