jueves, 12 de noviembre de 2009

Nuestro gato de cada día

En alguna parte de mi casa hay un gato muriéndose de hambre. Eso me desespera, me desespera oír sus chillidos agudos y tener que buscarlo y buscarlo sin poder encontrarlo (también me desespera la idea de todos esos animales que no tienen voz propia y por lo tanto no pueden chillar y señalarse en algún rincón de casa cuando están atrapados, muriéndose de hambre).
esto ocurre a menudo por defectos absolutamente míos:
1) No tengo oído direccional.
2) Mi casa es demasiado grande, laberíntica, y por lo tanto revisarla a fondo me llevaría semanas.
Y el gato chilla cada vez más débilmente y yo sé que la gonía ya ha empezado.
Yo mientras tanto busco por donde puedo buscar y eso, claro, no me conduce a nada. La verdadera busca debe llevarse a cabo por esas zonas que ni siquiera intuimos, las que quizá no existan pero que sí albergan a ese gato dentro nuestro que no nos deja descansar con sus chillidos, que nos hace buscar sin saber qué y menos aún dónde.

Luisa Valenzuela