sábado, 16 de mayo de 2009

Kumari Hoy


¿Alguien dijo que es una gata de puf y almohadones?


Inventario


Mi vecino tenía un gato imaginario. Todas las mañanas lo sacaba a la calle, abría la puerta y le gritaba:
-Anda, ve a hacer tus necesidades.
El gato se paseaba imaginariamente por el jardín y al cabo de un rato regresaba ala casa, donde le esperaba un tazón de leche. Bebía imaginariamente el líquido, se lamía los bigotes, se relamía una mano y luego otra y se echaba a dormir en el tapete de la entrada. De vez en cuando perseguía un ratón o se subía a lo alto de un árbol. Mi vecino se iba todo el día, pero cuando volvía a casa, el gato ronroneaba y se le pegaba a las piernas imaginariamente. Mi vecino le acariciaba la cabeza y sonreía. El gato lo miraba con cierta ternura imaginaria y mi vecino se sentía acompañado. Me imagino que es negro (el gato), porque algunas personas se asustan cuando imaginan que lo ven pasar.
Una vez el gato se perdió y mi vecino estuvo una semana buscándolo, cuanto gato atropellado veía se imaginaba que era el suyo, hasta que imaginó que lo encontraba y todo volvió a ser como antes, por tiempo, el suficiente para que mi vecino me imaginara que el gato lo había arañado.
Lo castigó dejándolo sin leche. Yo me imaginaba al gato maullando de hambre. Entonces lo llamé:
-Minino, minino.
Y me imaginé que vino corriendo a mi casa. Desde ese día, mi vecino no me habla, porque se imagina que yo me robé a su gato.


Martha Cerda